Vengo de un hogar católico, desde pequeñita me inculcaron la fe en Dios y los valores cristianos de la misericordia, el amor a la familia, el amor al prójimo y valores muy ricos que han sido demasiado especiales en mi vida: disciplia, decir la verdad, puntualidad, creatividad, respeto a los demás, etc.
Hoy por hoy congrego en una iglesia cristiana evangélica junto con mi esposo, y la experiencia es hermosa en cuanto a la relación con Dios y el estudio de la Biblia.
Este post no es para hablar de las diferencias entre ambas religiones, aunque espero poder escribir un post dedicado a ello más adelante.
Este post es para compartir que estamos estudiando teología junto con mi esposo.
Yo tenía la idea de querer estudiar Teología cuando estaba en último año de Ing. Industrial allá por el año 2005, esto porque como parte de los requisitos para la graduación llevé un curso sobre ética, que utilizaba principios teológicos y donde se hablaba muchísimo de la fe. Al haber estudiado en la Universidad Católica Santa María, tuve ese deseo de querer conocer más a nivel universitario de Dios; sin embargo, mi recargada agenda de ese entonces no me permitía llevar más cursos, que sino tal vez hubiera empezado ese año.
Muchos años más tarde, tuve el deseo de estudiar cosas que realmente me interesen a mí, no tanto cursos o programas que «deba» llevar por mi profesión de ingeniera, sino cosas que verdaderamente me permitan desafiar mi intelecto y responder preguntas que tengo.
Me acuerdo que en el 2018 luego de haber terminado mi diplomado de Coaching en Cuerpo, Mente y Alimentación investigué diferentes opciones para estudiar Teología, pero no encontré un programa que me convenciera y le puse un pin para «más adelante».
En el 2020 durante la pandemia todo se hizo virtual (¡por fin!) y una escuela que sólo enseñaba en presencial se abrió a la virtualidad; e inmediatamente mi esposo y yo nos inscribimos.
Así como quien no quiere la cosa, llevamos casi 2 años estudiando Teología ¡Gracias a Dios!
En este tiempo hemos aprendido muchísimo, de la teoría, pero como es evidente, también de la práctica, de la reflexión y del intentar constantemente vivir para la gloria de Dios (y no sólo hablarlo).
Uno de los aprendizajes más valiosos de los cursos de historia, ha sido observar cómo la historia siempre se repite, tiene sus ciclos donde ideas toman fuerza e impulsan las decisiones políticas, económicas de las naciones.
Y con eso empecé a preguntarme ¿qué ciclo estamos viviendo hoy por hoy? ¿qué preguntas andan por ahí sueltas sin resolver o con un entendimiento superficial promovido por la publicidad pagada?
Sin querer, estas son las preguntas del quehacer teológico.
R.C. Sproul dice que «todos somos teólogos» partiendo de la base que todas las personas en todos los tiempos, siempre sentimos la curiosidad de saber ¿quién es Dios? ¿de dónde venimos? y si bien, todos tenemos respuestas particulares y una opinión; esa opinión es justamente la teología de cada uno.
¿Qué pasaría si todos nos tomáramos el tiempo de reflexionar sobre nuestras respuestas? Pues que tal vez, sólo tal vez, nos daríamos cuenta que algunas respuestas son herencia de tradición cultural, familiar y otras, son herencia de la publicidad y las modas actuales. Que algunas respuestas sí son coherentes con nuestros valores, pero que tal vez, algunas no están del todo alineadas.
Nuestra intención al estudiar TEOLOGÍA no es ir señalando quién está bien o quién está mal – aunque existen personas que tienen ese «talento», para nosotros no es nuestro foco. Para nosotros (mi esposo y yo) la intención es poder responder a las preguntas que tenemos, que créeme son varias; y con eso buscar primeramente el reino de Dios y su justicia (Mt. [6:33])
Y para mí, en particular, mi intención es poder conjugar tanto la ingeniería, como el coaching, con la teología para poder ayudar a personas y organizaciones a vivir alineados a sus valores, para hacer proyectos que ofrezcan soluciones integrales y sostenibles.
Si algo he visto en organizaciones y personas en estos años como ingeniera (+17) y coach (+8) es que lo «normal» es decir estos son mis valores, pero luego ir y hacer otras cosas; que cuando he hecho consultoría o procesos de coaching encuentro esa incongruencia que genera resultados que no se quieren, y para los individuos, genera dolor.
¿Por qué vivimos desalineados con nuestros valores?
Danielle LaPorte dice en su libro «El mapa del deseo» que la primera razón es porque no nos tomamos el tiempo de reconocer nuestros valores, y si uno no sabe en qué cree o qué prioriza es fácil perderse en el mar de las opciones.
Pero también la biblia dice en Oseas 4:6 «mi pueblo fue destruido por falta de conocimiento»
¿Qué conocimiento nos falta hoy por hoy con todo virtual a dos clicks de distancia? El conocimiento de Dios.
Ruego a Dios que junto con mis compañeros teólogos, podamos hacer nuestra parte.
Por ahora, seguiré estudiando, y espero poder compartir lo que vengo aprendiendo tanto de la teoría, como de la prácitca.
Un abrazo,
KT